Elevar a categoría absoluta el riesgo, la delimitación del riesgo, exclusiones e inclusiones, omisiones o camuflajes, no es positivo si no se hace con seriedad y lógica. Sin duda no ayuda a esclarecer lo que de suyo debe ser claro, transparente, inequívoco. La confusión no sabemos si deliberada o no, cuando menos interesada, entre lo que realmente es delimitar riesgos, riesgos garantizados y efectivamente objeto de cobertura y lo que son limitaciones estrictas de derechos del asegurado, no pueden tolerarse por más tiempo. La ecuación ha de ser, partiendo eso sí, de la claridad, sencillez, concreción y, sobre todo mucha probidad, la siguiente: primero delimitar, delimitar riesgos, luego, limitar lo que de suyo se puede cercenar. Pero no confundamos desde la arbitrariedad lo que no debe confundirse.
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