Ser administrador de una empresa es un trabajo bien remunerado que conlleva importantes prerrogativas y privilegios. Pero tiene una serie de fuertes responsabilidades civiles, fiscales y penales (se explican en un cuadro informativo cada una de ellas), reclamables por accionistas y terceros. En épocas de mayores alegrías económicas muchas personas acumulaban cargos en distintas empresas y los consejos de administración eran multitudinarios. Ahora no es tan fácil encontrar profesionales que quieran asumir el riesgo.