Corren malos tiempos para la economía en general y para el seguro, como una parte de la actividad de servicios y potente generador de flujos financieros que se encuadra dentro de la misma. Ciertamente, los análisis minuciosos resultan complicados, en cuanto que nos enfrentamos a una situación nueva, que nadie ha sido capaz de anunciar en toda su profundidad y cuyas últimas consecuencias resultan muy difíciles de prever. Sin embargo, parece que algunas de las primeras enseñanzas sí se pueden empezar a extraer a partir de los síntomas que ya están evidenciándose en las economías más desarrolladas (pues no cabe ninguna duda de que la amenaza de esta crisis virulenta ataca con mayor intensidad a los mercados más desarrollados y, dentro de éstos, a los principales grupos financieros). Pensamos que los consejos más efectivos, a partir de los estudios que ahora se elaboren, podrían ir destinados a nuestro mercado asegurador, tratando así de impedir que se materialicen parte de los peligros que le rondan.