Vivimos una época infausta, en la que la forma es más importante que el contenido, en la que normas y procedimientos desplazan y ocupan el lugar preferencial del propio objeto de la actividad. Atravesamos etapas de cambio, que anteponen el cómo al qué, hasta el punto de que el qué es el cómo. Indudablemente, veremos que hay un sentido para estas nuevas tendencias, incluso podremos reconocer que conllevan indudables ventajas, podríamos llegar a augurarles un portentoso y esperanzador futuro, si no fuera porque se han sobredimensionado hasta el absurdo, de manera que ahora muchos trabajan simplemente para cumplir un protocolo, sin mayor motivación por sus objetivos, sin otro reto que llegar al final del día sin haber quebrado ninguna de las reglas de procedimiento interno de la compañía. ¿Puede haber algo más descorazonador? El artículo desarrolla los principales problemas de esta nueva tiranía del sometimiento estricto, automático y casi irracional al dictado de la norma.
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